No es un secreto que la comida no solo depende del gusto, sino también del olfato y la vista. En cuanto al paladar y a la nariz, dependerá exclusivamente del chef, pero los ojos verán la comida de forma distinta dependiendo de la iluminación que hayamos escogido para la mesa de nuestro comedor.
Para ayudarte a elegir la lámpara perfecta, en Coblonal hemos querido hacer un repaso a algunas variables a tener en cuenta antes de elegir cómo iluminar la mesa. Teniendo en cuenta también, por supuesto, que muchas veces se utilizan estas mesas para otras cosas aparte de comer.
Acertadamente, y de forma casi automática nos imaginamos una mesa con una bonita lámpara colgante de forma cenital. Esta es la opción más clásica y extendida y lo es por sus ventajas evidentes. En ocasiones buscar el contrapunto o la originalidad saliendo de la norma resulta en una buena jugada y en otras no tanto.
Si la función principal de la mesa será comer, podemos descartar la opción de una lámpara de mesa por una cuestión puramente práctica. Sobre todo, en cenas familiares o con amigos, donde sabemos que la mesa se llena de platos y copas, el espacio es importantísimo. Y es que siempre parece que la mesa se queda pequeña. Por tanto, no será conveniente utilizar una lámpara que ocupe espacio, por muy integrada o bonita que sea.
Si a menudo nos ponemos a leer el periódico o a trabajar en la mesa comedor, nos sale a cuenta disponer de alguna luz focalizada que podamos transportar fácilmente cunado sea el caso.
Otros dirán, ponemos una lámpara de pie grande con la base en el suelo. En ese caso, debemos tener en cuenta que siempre estarán en un lado de la mesa. Es decir, que iluminarán más una parte de la mesa que otra, lo que puede resultar un poco incómodo para los comensales sentados en el lado oscuro. Si conseguimos algún modelo con suficiente parábola, o colocamos un par en esquinas opuestas, seguimos teniendo el impedimento de tropezar con el brazo de la lámpara, además que dificultan el paso.
Cuanto más pequeña sea la mesa y tenga un uso más restringido más posibilidades tendremos de añadir variantes como las que acabamos de descartar. Si disponemos de una mesa pequeña para una persona, puede tener más sentido utilizar una lámpara de pie o de mesa.
Limitadas las alternativas las luces de techo serán la mejor opción en la mayoría de casos: son muy cómodas, no ocupan espacio en la mesa y no estorbarán para nada.
Eso sí, habrá que tener en cuenta la altura a la que se colocarán en el caso de que sean colgantes. Si la iluminación es muy tenue y está muy alta, puede que sea insuficiente. Por el contrario, si la lámpara colgante está demasiado baja, puede estorbar a la hora de colocar las cosas en la mesa o pasarlas de un sitio a otro. Y aunque el led reduce el problema, si la bombilla emite mucho calor puede resultar incómodo e incluso perjudicial para el buen servicio de algunos alimentos frescos.
Aunque lo más recomendable sería utilizar luces blancas, con las que verás todo lo de la mesa con colores más naturales y claros. Debemos contemplar toda la escena y valorar el impacto lumínico en el conjunto.
Tanto para viviendas particulares, como para restaurantes, la luz cálida ofrece un escenario más agradable aunque se alteren las coloraciones de los alimentos. Quizás la luz blanca sea un buen argumento para cualquier mercado o tienda de alimentos, pero es contraproducente en recrear un ambiente acogedor. Así no hará falta recorrer a las velas.
Si la mesa se va a utilizar para otros usos que no sean comer, ya dependerá del caso y las funcionalidades que se quieran. Siempre podemos optar por una lámpara regulable o conmutable con diferentes temperaturas lumínicas según la ocasión.
Como siempre, será cuestión de gustos y consonancia con el resto de la decoración. La iluminación es un actor fundamental en el ambiente de la casa.
La cocina, al margen de lo estrictamente nutritivo, es eminentemente experiencial. Todos los sentidos entran en juego. Al margen del gusto, el olfato o incluso el tacto, la vista tiene un papel fundamental. Como se dice, la comida tiene que entrar por la vista. El impacto estético de un plato es determinante para su éxito, como barrera de entrada antes que el gusto.
En este sentido, podemos plantear algún juego lumínico con diferentes coloraciones que puedan trasladarnos a diferentes escenarios según el plato.
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